jueves, 31 de mayo de 2007

Once.

Dos sensaciones embargaron a Gervasio al despertar. La primera le era dolorosamente familiar, persistente e inquieta como una navaja ciega: migraña. Y ésta, más que otras veces, la realidad se le presentaba distorsionada, vibrante y ligeramente desencajada. Cierto era, no obstante, que nunca antes había sufrido de una migraña –intensa o no– a sabiendas del fin del mundo. La segunda sensación era diferente: una suerte de desenfoque táctil, una falta de sensibilidad que, como comprobaría más tarde, no era otra cosa que falta de corporeidad.

Algo sucedía. Aún entumecido por el sueño interrumpido, Gervasio tuvo perfecta conciencia del pájaro que, cruzando su vista, desapareció en el aire como tras un bloque de concreto. Y había más. Edificios que desaparecían en el cuarto piso y reaparecían en el noveno, copas de árboles suspendidas en el aire, hasta un niño que, caminando distraído, se volvía visible e invisible a intervalos irregulares, como si su existencia dependiera de un sistema de transimisión satelital deficiente y en plena tormenta.

Gervasio avanzó. No tardó en adivinar el colapso que, sutil como un huracán, comenzaba a filtrarse en la realidad. En apenas tres pasos, el edificio que antes había visto perdió su segundo piso y una pared completa, la de orientación oeste. Gervasio sonrió con la sonrisa más amplia que alguna vez tuvo oportunidad de exhibir, y avanzó más. Incrédulo, los ojos como lámparas, miró todo con renovado –exagerado– interés. Pero...

El rabillo del ojo lo detuvo, al pasar junto a la vidriera de un bar en plena desintegración. No entendió que era él la única persona consciente de la realidad en desagote. Tampoco tuvo noción de que estaba dándose lugar un cambio en la frecuencia energética del planeta, ni que ese cambio estaba produciéndose de manera desordenada, a pesar de las minuciosas precauciones tomadas en la Frecuencia Superior. Nada en el mundo lo había preparado para recibir, de propio reflejo, una mera cabeza huérfana, su cabeza, incrédula, los ojos como lámparas. Y nada más.

1 comentario:

Chiste cortos graciosos 6 dijo...

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