viernes, 1 de junio de 2007

Thor

Previo al atentado, se sucedieron diversos episodios de acción directa, detrás de todos los cuales hubo mano de obra insurrecta, prófuga de nuestros tribunales y emplazada casi siempre en la isla de Madagascar. Fue el día de la Fiesta de Warsko —¡pero si de eso hace apenas veinte años!— cuando los rebeldes rebasaron el colmo de la medida. Se supo luego que la conspiración venía urdiéndose desde hacía varios años, y que fue sufragada con fondos, bien que exiguos, oriundos de las haciendas de sir Montefiore o de lord Palmerston o de alguna otra hija de Sión, no obstante que ya habían quedado atrás los tiempos en que fuéramos asiento de misiles... Definitivamente, no firmaré estos papeles: sólo un apetito desordenado por las formas justificaría consagrar mis últimos instantes a emitir resoluciones de cuyo contenido los interesados nunca habrán de imponerse. Otra fue mi determinación, lo sé, esta mañana, pero entonces no podía sospechar el rumbo inesperado que asumirían los acontecimientos. Bien visto, todo halla su causa en aquel conato de magnicidio. Mi alocución conmemorativa, el estrépito del clockwork explosivo, el subsiguiente tumulto... que el artefacto no causó estrago, por lo menos no el que es dable conjeturar que los traidores procuraban, ninguna duda cabe; pero también es cierto que emprendimos una caza como no se veía desde los tiempos de Warsko, y que se levantó en Jutlavia un teatro punitivo sin par que tuvo por espectadores a las naciones del mundo. De esta época data incluso, merced a mi convocatoria, el renacimiento de la Turba de los Magistrados Hostiles, volcán judicial largo tiempo inactivo... Despertó en el mundo un inusitado interés por todo cuanto guardase relación con nuestra isla y nuestro gobierno. Entonces fue cuando descendiste del avión y, cumplidos los visados pertinentes, compareciste ante mí. Te acompañaban un encanto y una ciencia que no tardé en percibir, y que en seguida supieron agenciarte un puesto privilegiado de observador peregrino. A partir de ese momento me escoltaste a todas partes, siempre con tu cuaderno y tus cintas magnéticas, siempre inquiriendo, siempre en procura de desentrañar los enigmas del alma jutlava. Nada escapó a tu avidez de conocimiento, todo lo indagaste: desde nuestras instituciones judiciales y legisferantes hasta el pasado glorioso que iniciara Mikra, desde la flora y fauna de la isla hasta la idiosincrasia de nuestra población, con sus costumbres nupciales, mercantiles y mortuorias... Un día desperté, y ya te habías ido. Hubo trámites que llevar a cabo; pero tuvo que despegar tu avión y aun perderse en la lejanía para que me apercibiera de que nunca más mis ojos te verían. Tuve que decir: ¡Adiós, profesor, y, contigo, adiós, consuelo! Veinte años pasaron, veinte años de olvido y tantas noches desesperadas, veinte años de fortaleza y seis revueltas sofocadas... y anoche el presagio de la conclusión inminente. No necesitaba que regresaras justamente hoy; sin embargo, tal hiciste. No te llamaban Thor ni el nombre de tu familia era Albrektsen ni ejercías una cátedra en la Universidad de Aalborg: eras un mero tenedor de libros y tus nombres convenían a la onomástica jutlava... pero eras tú, no lo dudé ni por un instante. Podrías trocarte en mujer o incluso en cabra, y yo seguiría reconociéndote bajo el resplandor de mis lámparas de esperma de ballena. Sólo me resta saber qué asunto te trae de nuevo a Jutlavia, y si es uno de índole conexa con los eventos que pronto ocurrirán.

2 comentarios:

donnie dijo...

Desde el momento en que hallé una mención a la Turba de los Magistrados Hostiles, sépalo Van Meegeren, soy feliz.

Fender dijo...

Acabo de prometerle a Lucho que un escuadrón de soldados jutlavos de elite lo raptarían, obligarían a hacer su tarea y lo devolverían con alguna brusquedad, y nada.
Haga el favor de aderezarle un par de representantes de la Turba a la delegación, a ver si se espabila.