viernes, 25 de mayo de 2007

Jutlavia

¿Un testamento político? ¿Con qué objeto? Aunque me afanase años enteros en ilustrar al pueblo, nunca lograrían cabal comprensión de mis palabras. Por algo ellos crían las cabras, yo llevo la cosa pública, y todos vivimos de la cría de cabras... De cualquier modo, el tiempo nos apremia y la vida de un hombre se resume en un día, y la de un pueblo y, con él, tanta sangre y tanta poesía. Contemplo las montañas que circundan Palacio —escarpadas, y en cuyos picos titilan las almas de los héroes de la grande gesta de mi pueblo—, y ellas me hablan de una batalla que ya está perdida. Una borrasca exterminadora, o acaso ballenas y cachalotes por igual chocando sus cráneos contra el tabique de la formación volcánica que es nuestra Jutlavia, el caso es que... pero, ¿quién se aproxima? Está claro: mi secretario, ¿quién otro podría ser? Los centinelas nunca le franquerían el paso... No será sino hacia el ocaso cuando el asunto comenzará a manifestarse con claridad y todos verán lo que yo vi anoche, en el exacto momento en que, tenidas lugar mis abluciones, disponía mi septuagenario cuerpo para el descanso. Ahora mi secretario abre la puerta del despacho y permanece en el vano, no se decide a entrar, no hasta que clavo en sus ojos mis ojos y entiende que la comedia no puede seguir... Avanza expedito, pone orden a sus papeles y da lectura a las audiencias fijadas para el día en curso. Hoy es día de audiencias, y ciudadanos de la más diversa laya desfilarán ante mí portadores de ruegos y de solicitudes, y hoy, en vista de los acontecimientos venideros, muchos recibirán lo que pidan. De esta suerte, cuando el desenlace llame a la puerta de esta infeliz nación, serán dos las sonrisas que cubran su rostro: una, situada en su congruo lugar; la otra, trazada con acero o con piedra sobre la garganta desprevenida... He de capitanear esta nave hasta mi último aliento, y hundirme con ella. No habrá voces de alarma ni megáfonos derrotistas; todo será digno. Seguiré en pie como lo he hecho desde que me hice del poder. ¿No me permitiré hoy, cada tanto, pequeñas evocaciones? ¿Esporádicas digresiones in pectore? Fuera de este privilegio que me arrogo, hoy será para Jutlavia tan día hábil administrativo como cualquier otro día hábil administrativo... Atravieso, escoltado, el pasillo que me conduce a la Sala de Audiencias: la ceremonia no difiere de como lo ha sido la semana pasada, y la que le precedió, y la anterior aun... es curioso: pasando revista a estos años de gestión, una constante me ha acompañado y ha sido el recreo que siempre supuso para mí la consideración de las sombras que las lámparas de esperma de ballena creaban al proyectar sobre la pared las siluetas de los peticionarios. ¡Recién he caído en la cuenta! ¡Un placer recuperado! Oh Goedk, ¿qué placer te depararán hoy las sombras? ¡Oh cuán perturbadora fue la visión de esa mano extranjera, no de esta o de aquella nación, sino una mano sin raíces, de falanges huérfanas y suspendidas, esa mano... y cuán de improviso me tomó, cuando mis rodillas se aprestaban a doblarse para permitir a mi vieja osamente adoptar una posición... ¿Qué visión nueva se da cita frente a mí? ¿Eres tú, profesor Albrektsen?

3 comentarios:

donnie dijo...

Wow.

Dignísimo.

Otro episodio para Jutlavia.

Qué alegría, mi Dios.

Vontrier dijo...

Qué intriga!
Cómo sigue, por Dios, cómo sigue!

Cassandra Cross dijo...

jajaja
pensé que no viviría para volver a leer esto...

qué reminiscencias a Alasdair Gray a veces...

muy bueno, muchacho. Delirante, pero muy bueno :-D